El cisne negro, dicotomía entre el bien y el mal

YOLANDA ESTEFANÍA RUIZ MIRANDA, 5o semestre, CCH Naucalpan

Con El cisne negro, Darren Aronofsky presenta su primer thriller psicológico y logra atrapar al espectador en una atmósfera oscura, engañosa, llena de conflicto e intriga; nos lleva tras las bambalinas del ballet clásico, a través de un relato escalofriante, que nos muestra la vida de una joven bailarina que pierde el control de sus impulsos con tal de lograr un sueño impuesto por su madre: ser la protagonista de El lago de los cisnes

Desde el principio, la película perturba al espectador envolviéndolo en el mismo estado de paranoia y sacrificio en el que se encuentra sumergida Nina, la protagonista, increíblemente interpretada por Natalie Portman. No obstante, en esta historia, los únicos fantasmas o demonios que nos atemorizan son los que se encuentran en la cabeza de la prima bailarina y que se alimentan de sus inseguridades, manías y sometimientos mentales.

Sin duda, esa es la mayor proeza de la película; ésta lleva al espectador a la reflexión sobre lo que implica cruzar cualquier límite con tal de obtener lo que quiere; es decir, provoca una especie de shock que impacta directamente en nuestra mente conforme percibimos el desgaste emocional de Nina y de su rival, la joven Lily (Mila Kunis), que busca arrebatarle el rol protagónico.

Así pues, El cisne negro es una película que enmarca la psicología de los personajes, de lo que ocurre en su cabeza; no sólo retrata sus acciones meramente motoras, aunque el esfuerzo físico también es revelado a través de la pantalla. De esta manera, el director nos deja claro, a través de las impresionantes coreografías, el gran esfuerzo que hacen las bailarinas de ballet clásico para transformar sus cuerpos y someterlos a una tensión recalcitrante.

Además, la película también nos muestra los impulsos sexuales y sensuales del ballet, no sólo por la estética de la misma danza, sino a partir de las vivencias en las relaciones  pseudoamorosas dentro de una compañía, tanto con los directores como con los compañeros de baile.

Sumado a esto, la fotografía y la dirección de arte aluden al desdoblamiento entre el bien y el mal, la inocencia y la perversión, lo negro y lo blanco.  Al principio, la protagonista es joven e inmadura; todavía está sujeta a las necesidades de su madre, una bailarina frustrada, que busca en su hija los triunfos que ella nunca pudo obtener.

Sin embargo, cuando Nina obtiene el protagónico como la Reina de los Cisnes, su estado mental se transforma; un ente despierta en su interior, y la encamina a experimentar emociones más profundas y oscuras, provocando un impacto en su débil estructura mental; entonces, queda claro que aún no es una mujer hecha y derecha, ni tampoco una bailarina profesional. La joven, al igual que el personaje creado por Johann Karl, la Reina de los Cisnes, se ve envuelta de pronto en un entorno repleto de excesos y abismos peligrosos.

La música rinde homenaje a la obra clásica de Tchaikovsky; junto con el vestuario, la escenografía, el maquillaje, la edición y la fotografía consigue envolvernos en un espectáculo perturbador que conecta con nuestras pasiones; en otras palabras, nos lleva a la reflexión de que el ser humano, es un ser que vive entre el bien y el mal.

Referencias:

Deeley, M., et. al (productor). Scott, R. (director). (1982). Blade Runner. EUA. The Ladd Company, Shaw Brothers, Blade Runner Partnership.

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