Los Reality Shows y la vida privada

SERAFÍN LANDA MONTESINOS. 5o semestre. CCH Naucalpan

El Show de Truman (Peter Weir, 1998) es la recreación del género televisivo conocido como Reality Show, pero llevado al extremo. Así, la vida cotidiana de Truman Burbank o TrueMan es observada por millones de televidentes; sin embargo, él es el único que no sabe que SeaHaven, la ciudad donde vive, y todo lo que conoce es totalmente ficticio. El espectáculo lleva ya varios años al aire, pero la película nos sitúa cuando él ya es un adulto; un hombre relativamente feliz que trabaja en una compañía de seguros y vive con su esposa en una buena casa.

A diferencia del género televisivo, mientras que, en éste, el raiting va en función del morbo, en el Show de Truman depende del destino del personaje.

Aparentemente la trama es sencilla y lineal; sin embargo, por el contrario, es bastante compleja, pues maneja varias líneas argumentales. En primero lugar, la vida rutinaria de Truman en la ciudad de SeaHaven: levantarse, desayunar, ir al trabajo y regresar a casa; en segundo lugar, el estudio de televisión, desde donde el director  Christoph y su staff diseñan cada programa en función del raiting; finalmente, los televidentes -incluidos nosotros-, que exigen más acción y emoción.

De acuerdo con lo anterior, el espacio y el tiempo están cuidadosamente planeados. En el estudio televisivo abunda la tecnología, con monitores capaces de observar todo las 24 horas y un sistema que controla el clima y el tiempo de Seahaven: frío, calor, lluvias, la salida del sol o la luna; en contraste, la ciudad es un verdadero paraíso, envidiable y perfecto, tanto que en algún momento empieza a generar en Truman ciertas sospechas. Los televidentes por su parte miran todo desde el mundo externo, algunos fascinados y otros indignados, por ejemplo, Sylvia, quien mira el programa desde una habitación totalmente hippie, pues es la rebelde que organiza una campaña Free Truman, para liberar al joven de esa falsedad.

El tiempo de la historia es lineal y empieza cuando Truman es ya un adulto de 30 años de edad, pero, mediante spot televisivos, a manera de flashback, conocemos, junto con los televidentes, eventos pasados de la vida del protagonista a partir de su nacimiento, lo cual hace patente la larga permanencia del show, en otras palabras, los mismos años que Truman tiene de vida.

Por lo tanto, El Show de Truman, no sólo es la caricatura de nuestras propias vidas, es también el conflicto entre una vida predestinada por los dioses o el libre albedrío, es, como diría John Lennon “aquello que te va sucediendo, mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Y así sucede con Truman Burbank, tiene una vida «feliz», pero totalmente diseñada por el estudio de televisión (estado totalitario) y su director Christof (dios).

La ciudad de Seahaven es como Xanadú, de la película El Ciudadano Kane de Orson Welles, lugares para vivir felices. Por eso, el director Peter Wier nos involucra en este dilema, ¿qué es mejor para todos y para Truman?, ¿estar adentro o afuera de SeaHaven? La discusión se abre en la escena en la que el director entrevista a la televidente Sylvia y ella ataca fuertemente la ética de sus decisiones. Él sólo responde que, si Truman es feliz, no es necesario que salga de Seahaven y los espectadores inmersos en la discusión piensan que tal vez un mundo artificioso puede ser mejor que el real.

A la par de sta discusión, Weir nos plantea otro dilema: ¿hasta dónde llegan los límites entre la vida pública y privada de una persona?, lo cual nos remite a otra frase célebre de John Lennon: “vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz”.  ¿Qué tanto es o no cuestionable que nuestra vida privada sea visible, como en la ciudad de Seahaven, observada por una audiencia las 24 horas a través de 5000 cámaras; o en la sociedad distópica de 1984, la novela de George Orwell, luego adapata al cine, en donde el Big Brother es capaz de observar tu intimidad, incluso amorosa.

Para nosotros como espectadores, quizá lo que finalmente representa Truman es la alienación del individuo por la sociedad, pero  también, la posibilidad de que cada persona y a pesar de un estado tal de cosas, sea capaz de  encontrar su propio destino. 

Referencias:

Rudin, S. et al. (productores) y, Weir, P. (director). (1998) The Truman Show [cinta cinematográfica]. Estados Unidos: Paramount Pictures, Scott Rudin Productions