Vampiros, sangre y oscuridad

ALEJANDRA VALDÉS QUEZADA. 5o semestre. CCH Naucalpan

Los vampiros son criaturas fascinantes, míticas y aterradoras que han acechado el imaginario de la humanidad desde hace siglos, están presentes en todos los ámbitos y el arte no se ha quedado atrás a la hora de representarlos, en especial en la literatura, la pintura y el cine. Así, cuando pensamos en vampiros, inmediatamente viene a nuestra mente el nombre del enigmático Conde Drácula, protagonista de la novela homónima de Bram Stoker (1897), llevada a escena en el teatro y el cine, un memorable ejemplo es la película Drácula de Bram Stoker (Coppola, 1992).

Por ejemplo, en el arte pictórico, destaca la obra El vampiro o Amor y dolor (1895), del pintor alemán Edvard Munch, representante del expresionismo de las primeras décadas del siglo XX. Esta es la obra que he elegido para contrastarla aquí con el filme de Coppola.

Acerca de la pintura, podemos mencionar, como dato curioso, que en un principio Munch no consideró que su pintura representara una vampiresa; sin embargo, uno de sus amigos la describió así y varios estuvieron de acuerdo con él; finalmente, el pintor terminó por aceptar que la interpretación de su obra había cambiado e hizo varias versiones del cuadro que actualmente se encuentran repartidas entre museos y coleccionistas por todo el mundo.

Ciertamente, una de las características primordiales del mítico vampiro radica en los colores con los que es asociado: el rojo y el negro. El primero es una clara representación de su elixir vital: la sangre; el color negro, por otra parte, simboliza la oscuridad, el ambiente en el que habita y se mueve esta criatura: la noche. Por lo tanto, estos colores son utilizados estratégicamente en ambas obras para transmitirnos las sensaciones de peligro y terror, encarnados en la sangre y la obscuridad, que estas criaturas causan en los indefensos mortales.  

En cuanto al rojo, éste tiene una dualidad muy interesante con respecto a lo que simboliza, es decir, puede tener implicaciones tanto positivas como negativas. Por ejemplo, con relación a las primeras, el rojo simboliza la energía, la pasión, la sexualidad, el dramatismo, la provocación, el poder, la impulsividad y la inspiración, la fuente de vida que representa la sangre; mientras que, del lado de las negativas encontramos el exceso, la agresividad, la violencia, el antagonismo y el peligro. Por otra parte, el color negro, al igual que el rojo, tiene ambas connotaciones, ya que representa tanto la sobriedad, el misterio la elegancia y la sofisticación, como la muerte, las sombras, el luto y las sombras.

Lucy Westenra.

Con base en lo anterior, podemos afirmar que, tanto en la película como en la pintura, son los significados negativos, en especial la oscuridad y la sangre, los más importantes para la ambientación; pero además, ambas tienen en común la exaltación y representación de la imagen femenina como algo encantador y embriagante, y, sin embargo, al mismo tiempo peligroso y letal, tal como la sangre y la oscuridad.

En el filme, por ejemplo, pese a que vemos al Conde Drácula como un digno portador del rojo, no es él el representante más importante de dicho color, sino una de sus víctimas, Lucy Westenra, quien no sólo lo lleva en lo externo (ropa y cabello), sino que también forma parte de su personalidad, lo que la convierte en la mejor opción para contrastarla con la protagonista de El Vampiro, de Munch. En él, una fémina de cabello rojo envuelve en un abrazo a un hombre, mientras posiciona su boca en el cuello, recordándonos a un vampiro en el momento previo a alimentarse de su sangre. Podemos ver, entonces, que tanto Lucy como la mujer del cuadro, son hermosas, atrevidas y sensuales, pero sobre todo peligrosas, rodeadas de un halo de oscuridad.

Así, ambas encajan perfectamente con la descripción del vampiro, uno de los mitos más intrigantes, pues, a diferencia de otros monstruos, la idea de convertirse en uno no siempre resulta aterradora, porque sus atributos de belleza eterna, fuerza sobrehumana, control de la naturaleza y vida eterna no son despreciables para ningún mortal, a pesar de tener que alimentarse de sangre y vivir en la oscuridad. Esta perspectiva ha llevado a grandes artistas a retratar la imagen de estos seres hambrientos, misteriosos y sensuales. 

Coppola logró hacer un trabajo excepcional con su película, pues sus personajes representan claramente la vanidad y el peligro que los vampiros significan; mientras que, en su cuadro, Edvard logra transmitirnos la fascinación por la pasión y la oscuridad que estas criaturas nos hacen sentir.

En conclusión, las dos obras nos demuestran que la utilización de elementos claves como el color es fundamental para adentrarnos en el verdadero significado que los artistas intentan transmitirnos.  Además, considero que también es importante hacer énfasis en que el símbolo de la mujer fatal queda retratado de una manera excepcional en ambas obras.

Referencias:

Psicología del rojo brillante. (04 de julio de 2013). Psicologías del color. Recuperado de  https://www.psicologiadelcolor.es/project/psicologia-del-color-rojo-brillante/ 

Ruiza, M.; Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografía de Edvard Munch. En Biografías y vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/munch.htm Munch, E. (1893). Vampire. En Wikiquote. Recuperado de https://en.wikiquote.org/wiki/File:Edvard_Munch_-_Vampire_(1893),_Munchmuseet.jpg

Ford Coppola, F. et al. (productores) y Ford Coppola, F. (director). (1992). Bram Stocker’s Dracula [cinta cinematográfica]. EU: American Zoetrope, Columbia Pictures Corporation, Osiris Films.

Munch, E. (1895). Amor y dolor. Oslo: Museo Munch.

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